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15 ago 2009

Hace poco tuve el “honor” (me obligaron) de asistir a unos de los eventos, que más que evento se podría decir que prácticamente constituye uno de los símbolos de identidad nacional. Un evento generalmente de semejantes proporciones en la vida de cualquier persona, es un rito social de tal magnitud que muchos consideran no haber vivido completamente sin al menos experimentar uno de estas algunas veces en la vida. Y muy a mi pesar. . . me tocó.



Que me digan amargado, solitario, paria social, traidor a la patria… lo que sea, pero la verdad a mi edad no soy fan de las fiestas de quince años. Pero bueno, siendo aquel ser tan maldito que algunos dicen que soy no podían dejar de faltar algunas observaciones, es decir no pude evitar el fijarme en ciertas cosas, como todo el mundo (¡no se hagan!). Es así que doy inicio a contar semejante travesía...

Para empezar estaba muriendo de gripe (literalmente), enfermo, de mal humor, sin ganas (sin fuerzas) a duras penas podía con el peso de mi alma y todavía tener que soportar una fiesta llena de pretensiosos, extraños y además una bola de adolescentes y pubertos que ni conozco, no era mi hit en ese momento.


El evento fue llevado a cabo en cierto establecimiento de renombre en la ciudad, por supuesto tirar la casa por la ventana con semejante ubicación ya era buen inicio, pero claro no todo podía ser miel sobre hojuelas y, aunque no es culpa de los organizadores de la fiesta, me parece de esperarse que en un evento de ‘semejante alcurnia’ medio mundo trajera su propio auto, y con apenas unos cuantos cajones de estacionamiento pues como que no daban abasto, hello?! ¡Si algo así es para presumir el nuevo Saturn modelo 98 que se acaba de comprar Juanito! Y ¡¿no hay donde estacionarlo?!


La entrada fue todo un show (perdonando las exageraciones obvias), el salón se encuentra cerca (más bien al lado) del estacionamiento, sin embargo, la entrada no era por ese acceso, hubo que darle la vuelta al cerro (si, en Guanajuato así se hacen las cosas, no a la calle ni al edificio, ¡al cerro!) Yo muriéndome de las ganas por entrar (nótese el sarcasmo, por favor). Amén del dolor cuasi insoportable que mi hermana me estaba provocando en el brazo mientras trataba de sostenerse para caminar con sus tacones (de media pulgada) por un cerro empedrado con una inclinación como de 90 grados. Algo que no pude dejar de notar al ingresar (después de tres kilómetros y medio y seis horas de subir escaleras) fue la más “fina” colección de mexicanidad en cuanto a música se refiere. Puros clásicos barrocos y renacentistas… desde bello, bello, bello de la Guzmán, hasta la imperdible ranchera de Sergio Vega –¿Quién es usted?- Creo que en este punto comencé a arrancarme el cabello (ya decía yo que el dolor no era resaca ni maldita gripe)


Aparte un calor incómodo (más no insoportable) y la “pobre” (entre comillas porque en estos tiempos de crisis hacer una fiesta así no es barato) niña horas de pie en lo que le hacen su misa o las lecturas religiosas correspondientes (son cristianos. No sé si tenga que ver pero lo aclaro). En resumen: la “misa”, un discurso de los padres, la mamá llorando mares por su niña, entrega (muy larga) de 15 rosas. Dios, me muero, me duele la cabeza, estoy enfermo, estoy de malas, ¡sáquenme de aquí!


Y llegó la hora del vals... por supuesto la introducción tipo ‘taibol’ diciendo y (ponga el nombre de su quinceañera favorita aquí) así, claro con el respectivo ‘fonding’ de parte de los chambelanes, la cargan cual pláceme quinceañera y la sacuden como gelatina al viento huracanado (me sorprende no haya dado costalazo contra el piso). La porra y aplausos más guangos que la vida haya producido, por lo visto la apatía no es cuestión familiar solamente, bueno por lo menos dio show (claro que caminar de un lado al otro en un espacio de dos metros no es precisamente bailar, pero bueno, cada quien).


Me pregunto porque todos se ven con cara de sofocados, digo el calor es bastante incómodo pero no es para tanto ¿o sí? Tal vez será porque ¡aquí no hay ventanas!... ¡aire!... ¡¡ Aire!!... ¡¡¡AIRE!!! El show de los meseros parecía ser prometedor, después de todo el lugar no es nada barato y la comida la están retrasando por varias horas ya (más parecen días pero bueno). Por supuesto segundos después del inicio llegó la decepción, ni dos vueltas al lugar con medio plato en llamas y ya… no un accidente, ni un incendiado ni nada, solo caminar como babas con la gente y sus servilletas al aire como en TODOS lados.


Después de tantas horas de espera, fastidio, enfermedad, mal humor, modorra, cansancio, desesperación, aburrimiento, cosas bizarras (los de la mesa de al lado claro está), sin accidentes para reírme, etc, etc. Por fin, llega la hora de comer, claro que la falta de aire y el humo a todo lo que da (el de los efectos especiales, ese que huele feo, nunca se va y ahoga en el proceso). La comida ni sabor tuvo, me consta el hecho de que el humo estuviera más bueno. ¡Ah! Y eso de hacerte esperar como hora y media entre cada plato no es nada inn.


Como en toda fiesta la hora del bailongo no se hace esperar y en poco minutos la minipista de baile se llena (claro no es que haga falta mucha gente) y los clásicos musicales no se hacen esperar, desde la típica ‘de niña a mujer’ (o algo asi) hasta los más extraños éxitos del disco de los setentas, aquellas inolvidables canciones que solo de milagro en la vida oyes, pero como son exactamente iguales a todas las demás pareciera que te las sabes de memoria.


Por supuesto no todo fue frustración a lo lejos en el baile pude percibir (desde mi silla claro está) a cierto jovenzuelo con un muy peculiar estilo de baile, comenzando por su apariencia de pandillero wannabe elegante, juro por Dios que eso no es un pañuelo, ¡es una mascada de tul envuelta en su cuello!, prieto, enanito, súper delgado, encorvado, con corte tipo pandilla-albañil y bailando extrañamente. Todo ello resulta en una fabulosa combinación ranchero-gay de lo más hilarante. Bailando realizaba una combinación rara, era como uno de los berrinches del chavo del ocho mientras se doblaba sobre sí mismo balanceándose de un lado al otro. No sé, sumamente raro pero muy divertido para ver. ¡Lo mejor de todo es que no le importaba! Él de lo más a gusto bailando.


Y así siguió la fiesta, tristemente puedo decir que los momentos de diversión que de por si se hacían presentes como meros destellos de alegría se acabaron, y la música paso de los setentas a todo tipo, por supuesto aquellas que se encuentran en la delgada línea entre una banda muy fea y las típicas corre-borrachos a las 3 de la mañana en el bar, todo esto con mi consabido retorcimiento tipo posesión demoniaca de tan solo escuchar semejantes cosas.


Pero bueno el sufrimiento se acabo cuando mis viejos decidieron dar el roll de vuelta para la casa, yo ya a medio morir no pude hacer otra cosa más que agradecer y salir corriendo del lugar inmediatamente, justo antes de que comenzara el frenesí con la canción de “El sonidito”.



Y por fin, el descanso merecido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajaja!!!!! amigo q sufrimiento jajajaja y tu q casi morias, lo bueno fue q t saliste antes del sonidito jaja, el sonidito jajaja!!! si esa es la buena para bailar aunque me sorprende q no mencionaras si tocaron los clasicos de clasicos como caballo dorado o payaso d rodeo ya vez q esas nunca faltan!